sábado, 8 de marzo de 2008

El siglo XVIII y las Reformas Borbónicas en Nueva España y Nueva Galicia (Parte 2)

Reformas Borbónicas.
El interés de los borbones por aplicar reformas administrativas, consistía en fortalecer el poder gubernamental e incrementar los ingresos, para esto:

La administración se simplificó y se utilizaron hombres más aptos como ministros. Los deseos de unificar el funcionamiento para hacerlo mas ágil condujeron a pensar en impuestos generales [...] otra aspiración de Carlos III fue la de reformar las condiciones del campo, para convertir a España en un país de pequeños agricultores.[1]

Todo esto inspirado en el ideal de un Estado en el que el poder se ejerciera desde parámetros ilustrados del ejercicio racional del poder, lo que derivaría en el nombramiento de funcionarios ajenos a las clases aristocráticas. En este sentido, cambió la concepción hasta ese momento predominante sobre la real hacienda, pues de ser:

[...] Una propiedad muerta que proporcionaba arriendos al rey en forma de impuestos, pasó a transformarse en un capital de la corona sujeto de ser explotado racionalmente mediante las empresas gubernamentales, la libertad del comercio y el fomento a ciertas actividades productivas.[2]

El interés de los borbones hacia sus colonias consistía en explotar para su mayor aprovechamiento, sus recursos naturales, reencausando los excedentes a la península y así limitar el poder de las fuertes y acaparadoras oligarquías criollas que residían en el centro de la Nueva España, las cuales habían conseguido adueñarse del comercio[3].

Así, la llegada del visitador José de Gálvez, significó la aplicación de las medidas planeadas por la corona para alcanzar los fines anteriormente dichos. Para esto, la Audiencia de México le proveyó de todas las facilidades y privilegios para el cumplimiento de su cometido[4].

Los cambios sucedieron entonces de manera ágil y en algunos casos imprevisible, ejemplo de esto fue la expulsión de los jesuitas en 1767, suceso que proveyó a la administración de la Nueva España de más propiedades y fondos dejados por esta compañía, en detrimento de la educación brindada a las élites y el control de los presidios del norte.

Aunque los cambios propuestos estaban encaminados a agilizar el comercio y fortalecer los lazos con la corona, los criollos que habían logrado un lugar en la audiencia se inconformaron luego que Gálvez estableciera en el año de 1771 el “Reglamento”[5], con el que los despojó de dichos escaños y puso en su lugar a peninsulares. Esto respondía al afán de romper los monopolios de poder, restando poder a los virreyes. Además estableció la igualdad de oportunidades para ejercer oficios, favoreciendo así la reactivación de la economía al permitir que fuera el talento y no la raza, lo que determinara el acceso a los oficios.

No obstante estas reformas, el monopolio ejercido por Cádiz respecto al comercio con la Nueva España prosiguió hasta el año de 1789, sin embargo, como menciona Jaime Olveda “...se hizo un esfuerzo por abolir las restricciones a la producción de manufacturas, hasta entonces dominadas por los gremios, aunque también se establecieron nuevos monopolios, como el del tabaco.[6]

Los efectos de estas reformas, se resintieron de manera diferente entre los novohispanos, pues mientras que estos cambios representaron la pérdida de privilegios para el centro de la Nueva España y su consulado, las élites regionales se vieron beneficiadas, pues aminoró la resistencia del centro para el ejercicio de sus negocios; así lo experimentaron los comerciantes de la Nueva Galicia, quienes habían conformado ya desde el siglo XVII una fuerte oligarquía compuesta por ricos comerciantes y miembros de la nobleza[7], así, poder y títulos unidos no sólo por intereses comerciales sino también por lazos familiares, alcanzaron la unión necesaria para obtener uno de los objetivos negados anteriormente: la creación de un consulado.

La situación no podía ser mejor: luego de la guerra que España sostuviera con Inglaterra, el comercio se encontraba hasta cierto punto suspendido, pues las importaciones estaban en pausa, las campañas militares hacia el norte de la Nueva Galicia requerían de mercancías que era preciso abastecer y erigido el consulado, los despachos directos desde Veracruz le permitieron a los comerciantes ampliar sus redes de comercio con otras zonas.

El consulado pues, se erigió en un momento sumamente conveniente y su finalidad doble, la de defender y representar los intereses de los comerciantes neogallegos ante el consulado de la Nueva España y solucionar los conflictos internos de la Nueva Galicia, lo convertía en una institución sumamente ventajosa. En palabras de Antonio Ibarra:

[...]El consulado supone no solamente la constitución de un cuerpo de intereses sino la adquisición de los elementos fundamentales para la expansión de los intereses locales en el mercado novohispano, ya que creó una territorialidad comercial acotada, generó personalidad institucional que les permitió a los comerciantes tapatíos gestionar exenciones fiscales, les otorgó mecanismos para resolver sus controversias y les proveyó de instrumentos de negociación eficientes y una identidad colectiva decisiva para sus intereses futuros[8]

De esta manera Guadalajara al ser un centro distribuidor de importaciones, obtuvo múltiples beneficios al servirse de conexiones -sin intermediación del consulado de México- con Veracruz y con otros lugares proveedores como las ferias de Saltillo y San Juan de los Lagos.
Por su parte, durante los años de 1778 a 1789, los mercaderes de la Nueva España, al perder parte de sus prerrogativas en el comercio de ultramarinos, los orilló a invertir sus capitales en la minería, mediante la formación de compañías y en la agricultura especializada[9]

A pesar de la independencia que obtuvieran los comerciantes con la fundación del consulado en Guadalajara, seguían relacionados, principalmente por las deudas que contraían los de Guadalajara, con sus coetáneos de la ciudad de México.

El establecimiento del consulado tenía también como finalidad disminuir el poder del comercio de la capital, pues los comerciantes del centro acaparaban y monopolizaban la acuñación de dinero, de manera que aunque la extracción de plata era considerable, siempre faltó dinero líquido en la colonia.[10]
___________
[1] Vázquez Josefina Zoraida, el siglo XVIII mexicano: de la modernización al descontento. En ____(coord.) Interpretaciones del siglo XVIII mexicano, el impacto de las Reformas Borbónicas, Nueva Imagen, México DF, 1992. p. 15
[2] Jáuregui Luis, “Vino viejo y odres nuevos. La historia fiscal en México” en Historia Mexicana, LVII, número 003. p 726.
[3] Olveda Jaime, La Oligarquía en Guadalajara. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 1991. p68
[4] Vázquez Josefina Zoraida, op cit. p. 17
[5] Ibidem. P.18
[6] Olveda Jaime, op cit. p.16
[7] ibidem p 23-25
[8] Ibarra Antonio, “Redes de circulación y redes de negociantes en Guadalajara colonial: mercado, elite comercial e instituciones” en Historia de México, LVI, 3, 2007, p.1019
[9] Guillermina del Valle Pavón, “Historia financiera de la Nueva España en el siglo XVIII y principios del XIX, una revisión crítica” en Historia Mexicana, vol. LII, número 3, año 2003. p 660.
[10] Ibidem, p. 656

1 comentario:

Ahuizotl Gutiérrez / Monstruo de Agua dijo...

Hola, me encontré tu blog por pura casualidad. Encontré información que necesitaba y que no hallaba por ningún lado. Es una lástima que ya no sigas publicando, es muy bueno, incluso segui tu otro blog. Ojala pronto vuelvas a hacerlo. Por cierto, yo también estoy en el ramo de la agrícultura. Cuidate.